miércoles, 7 de octubre de 2009

Tender a la excelencia

Las cosas se descubren cuando se descubren y las antiguas lecciones de nuestros padres y mayores en general toman valor con efecto retardado.
Un antiguo profesor me dijo que había un especimen de alumno, entre los que me contaba, que hacían lo justo para aprobar y no se castigaban por ello. Algunos de estos, añadió, daban la talla más tarde convirtiéndose en rigurosos profesionales. En una entrevista a Bob Dylan le preguntaban cómo podía ser que cada disco que sacaba fuese mejor y diferente. Contestó, más o menos, que no dejaba de absorber de los otros, como una esponja.
Debemos exigirnos precisión y funcionar con los cinco sentidos. En nuestra especialidad, sin duda, es complicado ser sistemático pero sería hermoso pensar que algún día pudiésemos apropiarnos de la certeza del anatomista que sabe que bajo la piel está la fascia y bajo ésta, el músculo.
Hace 15 años, mi padre salió tirándose de los pelos de una reunión con mi tutor del Colegio de los Salesianos porque le dijo que su hijo, aunque aprobaba, no tendía a la excelencia. Ni sé las veces que mi padre me ha repetido esta conversación... y yo me pregunto, ¿habremos aprendido la lección?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tiene Ud. razón querido amigo, una de las cosas que ocurre con el tiempo es una cierta sensación de que "los mayores quizá tenían razón". NO en todo, lo reconozco, no en todo que no conviene exagerar, pero si en bastantes cosas. Y, sí, también tiene razón en lo de la excelencia. Le propongo una forma más sencilla de decirlo: lo que merece ser hecho merece ser bien hecho.
Atte-
F. Urquijo